lunes, 4 de julio de 2011

El Round de mes a mes

La moto se aleja… suspiro… en algo tan impredecible como la llegada del correo, lo único predecible es la llegada del estado de cuenta de la tarjeta. Sin falta la segunda semana de cada mes ¿No podría perderse o atrasarse igual que los recibos del gas o la suscripción de la revista Quién? Un largo suspiro y rápidamente hacia el buzón, no había que darle tiempo a la vecina de robar los estados de cuenta como la había visto hacer con la casa de enfrente.

Y no es que no tuviera acceso a la banca electrónica, después de meses de posponerlo el año pasado había pasado por el vía crucis que obtener su “token” representó: que la identificación, que esa no señora, que su IFE ya no sirve, que su comprobante de domicilio necesita estar pagado y aquí se ve que ya se le venció y no lo pagó… Pero en la pantalla esos números se ven tan fríos y tan lejanos ¿cómo comprobar esas sumas y seguir esas líneas que se distorsionaban al mismo tiempo que discutía con las mamás del salón vía el chat de Facebook? No las cuentas en papel, en donde los números no se mueven, donde puedo rayar y tachar para imaginar lo que no gasté…

Comienza a pasar el dedo sobre cada número, cada establecimiento donde había hecho brillar la flamante tarjeta y la sonrisa con que un empleado le había extendido un voucher. Que si la escuela de los niños.. Vaya modernidad poder cargar la colegiatura a las tarjetas y vaya cosa pensar que tendrían 50 días para financiar el cargo sin intereses… planeado claro antes de la venta nocturna donde la mensualidad de la lavadora y computadora parecían tan poca cosa ¡y a 24 meses sin intereses! Pero mira que ya sumándolo a las colegiaturas  y al cargo por los seguros de los coches, porque después de haber sido víctimas de un robo de auto con violencia ya habían aprendido que más valía tener el coche asegurado… Total que ahora los meses sin intereses eran una tortura CON intereses. Imposible cubrir las mensualidades y la deuda aumente y aumente.

Pero bueno, ése era el round de cada mes, al dilema ahora estaba en ¿cómo disfrazar la zapatería? El mes pasado decir que la niña perdió los tenis en deportes salió muy natural, pero ahora ¿qué iba a inventar? Cada vez que recordaba la mirada de aprobación de su comadre cuando compró esas sandalias de verano y firmó con la flamante tarjera la piel se le enchinaba pero… ¡mugrosas sandalias tan incómodas! Eso pasa cuando una firma las cosas sin probárselas primero.

¿Y los desayunos? La cafetería se disfrazaba cuando podía inventarse que ahí vendían libros escolares, pero ahora ¿qué iba a decir? ¿Qué ahí estaba más barato el jitomate? Vaya manía de la vocal del salón y su idea de “retroalimentarse” cada 15 días, lo único que retroalimentaban era su adicción a las enfrijoladas y al yogurt con frutas, se nota que ella no tiene problemas para “sacar la tarjeta” cuantas veces quiera.
Uno a uno fue sufriendo los cargos de la tarjeta mientras se decía: “Esta es la última vez que le digo que el total que necesito es lo del pago mínimo. Ya el próximo mes veré de donde saco para abonarle más a la tarjeta” ¡Si tan solo él supiera las cuentas de la casa y no fuera tan difícil hablarle de lo que se necesita!

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